sábado, 27 de agosto de 2016

Lectura de verano, II




Nuestros oídos han ido evolucionando para ser nuestro sistema de alarma. Y en los lugares donde no cantan los pájaros nos ponemos en estado de máxima alerta. Vivir en una ciudad significa vivir acobardados para siempre. 

"Pégate a mi", me decías, "¿Por qué estás tan lejos?"


Si existe el hogar es para meter a cierta gente dentro y dejar fuera a toda la demás


Me acuerdo del día. Cogiste un taxi de cincuenta dólares desde el trabajo y me abrazaste, en la misma puerta, hasta que dejé de temblar. Ya se lo habíamos dicho a la gente. Ahora tendríamos que desdecirnos. Lo hiciste tú para que yo no tuviera que dar explicaciones. Después me preparaste una cena con todas las cosas que me habían prohibido comer. Embutido, queso sin pasteurizar. Dos botellas de vino y luego, por fin, a dormir. 


"¿Cómo es posible? - dice el filósofo -. "¡Pero si es una de las mejores personas que he conocido!" Ella ya lo sabe, ya lo sabe. Por eso mismo se plantea la pregunta. ¿Lo maltrató o le hizo daño o fue desleal con él?


La primera vez que follaron después de que ella se enterase. Dios, Dios. Desde arriba, él miraba el cuerpo de ella, que no era el cuerpo de la chica, y ella, alzando la vista, miraba el rostro de él, que no era su rostro. "Siento haber dejado que te sintieras tan solo", le dijo ella más tarde. "Deja de pedir disculpas", dijo él. 


Yo esperaba figurar en tu recuerdo más feliz


Departamento de especulaciones. Jenny Offill. 2016

viernes, 19 de agosto de 2016

Lectura de verano, I




Giose lloraba sin recato en la sala española del Museo de Bellas Artes de Budapest, mirando la felicidad inesperada de José y el niño. Francisco de Herrera le había arrancado el apósito de la herida. Lo obligaba a admitir que nada le parecía más emocionante y deseable que tener algún día también él, entre sus brazo, así, a su hijo. Un hijo que quizás no sería suyo, como Jesús tampoco era de José. 

El José de Francisco de Herrera le sonreía, en cambio, sereno y feliz desde ese bosquecillo en el que se había detenido en 1645, y le decía que imposible es únicamente aquello que no ocurre. 


En todas sus historias amorosas, Giose siempre había sufrido la falta de reciprocidad. Los hombres y las mujeres son simétricos, y la simetría no permite la existencia de vacíos que deban ser colmados. Como mucho, bordes que superponer. Sin embargo, inclinado sobre la línea meridiana de oro, había pensado que Christian era su opuesto, como la mitad de sí mismo. 


Christian empezó a decir que ya estaba cansado de las películas y los libros que ofrecían una visión maldita de la homosexualidad, cuyos protagonistas carecían de esperanza, estaban condenados a la infelicidad, al castigo e incluso a la muerto. (...) Quería un final feliz. Quería una comedia, algo que reflejara la condición contemporánea de la homosexualidad liberada y vivida sin sentimiento de culpa. 


Pero ese joven hablaba como si para la humanidad fuera cuestión de vida y muerte el hecho de conocerlo. Con la misma pasión con que Giose podría haber hablado de los riffs de guitarra de "Cocaine". Y reconoció esa pasión, y la respetó. 


El tiempo es percepción. Y también voluntad. Como un color existe únicamente para el ojo que lo percibe, del mismo modo un instante, una hora o un día existen sólo en relación con los hechos que lo definen. "Si esta hora que estamos pasando juntos te parece tan larga como de costumbre, la vigésima cuarta parte del día, creo que no volveremos a vernos nunca más. Yo voy en búsqueda de las horas desiguales."


Eres como eres. Melania G. Mazzucco. 2016